jueves, 7 de octubre de 2010

Cómo aprende el cerebro

El cerebro es el órgano de aprendizaje y, por lo tanto, parece lógico que los educadores debamos aprovechar los descubrimientos de las "neurociencias" para educar mejor. Sin embargo, hasta el momento no se ha conseguido, y esa es la razón de que en la UP estemos tan interesados en conseguirlo.

Madrid | Universo UP- Octubre 2010 | José Antonio Marina


La OCDE publicó en el 2002 un documento titulado “Comprendiendo el cerebro. Hacia una nueva ciencia del aprendizaje”, en el que se afirmaba que la educación estaba en un periodo “precientífico”, y que era necesario elevarla a un estado científico”.
NeuronaHace un par de años escribí el prólogo para un libro escrito por dos competentes neurólogas, Sarah-Jayne Blakemore y Uta Frith, titulado Cómo aprende el cerebro, (Ariel). Las autoras señalaban que los avances de la neurociencia no han tenido todavía aplicación educativa. Se hacían algunas preguntas: ¿Es verdad que hay periodos críticos para aprender? ¿Qué ocurre si no se aprovechan? ¿Cómo aprenden los niños a conocer el mundo y a los otros seres humanos? ¿Es necesario o útil un entorno enriquecido, una estimulación precoz? ¿Es eficaz enseñar a escribir a los cinco años? ¿Cómo podemos tratar los trastornos del aprendizaje más frecuentes basados en problemas neurológicos: autismo, dislexia, hiperactividad, discalculia? ¿Es verdad que utilizamos sólo una pequeña parte de nuestro cerebro?
La capacidad de aprender se basa en la plasticidad del cerebro. Hasta hace relativamente poco, se creía comúnmente que el cerebro adulto era incapaz de cambiar. Entre los científicos cerebrales estaba muy arraigada la suposición de que tras los primeros años de vida el cerebro estaba provisto de todas las células que llegaría a tener y que la edad adulta representaba una espiral descendente de pérdida de células cerebrales y deterioro en el aprendizaje, la memoria y la ejecución en general. Sin embargo, las investigaciones están comenzando a poner de manifiesto que esta idea sobre el cerebro es demasiado pesimista: el cerebro adulto es flexible, puede hacer que crezcan células nuevas y establecer nuevas conexiones, al menos en algunas regiones del hipocampo. Aunque con el tiempo la información nueva se guarda cada vez con menos eficiencia, no existe límite de edad para el aprendizaje. La plasticidad del cerebro depende fundamentalmente de cuánto se usa.
Uno El cerebro del niño, que es el órgano de aprendizaje, su gran recurso, nace inmaduro. Ya tiene, aproximadamente, el mismo número de neuronas –las células del sistema nervioso- que va a tener durante toda su vida. El cerebro tiene unos cien mil millones de neuronas. ¡Una barbaridad! Las neuronas se conectan entre sí por unos enlaces que se llaman “sinapsis”, que transmiten información de unas a otras.
Dos Durante los primeros años, la capacidad del niño para establecer conexiones sinápticas es fantástica. Por eso puede aprender tantas cosas, y con tanta rapidez. Cada experiencia deja alguna huella en el cerebro. Desde este punto de vista, el niño es un cerebro en construcción.
Tres El cerebro del niño tiene una gran plasticidad. Se está construyendo a sí mismo de acuerdo con mensajes genéticos, y de acuerdo también con las experiencias que recibe. Por eso debemos aprovechar bien estos primeros años, que tienen una importancia decisiva. Sin embargo, esa plasticidad nunca se pierde, por eso podemos seguir aprendiendo durante toda la vida. No lo olviden: cada vez que aprendemos algo, nuestro cerebro cambia. Mediante la experiencia esculpimos nuestro propio cerebro.
Cuatro Al nacer, el cerebro de su niño no es una página en blanco. Nace sabiendo hacer muchas cosas: por ejemplo respirar, reaccionar, mamar. La propia maduración de su sistema nervioso producirá en él ocurrencias, deseos, impulsos. A la misma edad todos los niños del mundo sienten la necesidad de andar, de balbucear, de soltarse de la mano. Alrededor de los 9 meses, todos sienten miedo a los extraños. Vienen con muchos sistemas de aprendizaje amartillados, que necesitan nuestra ayuda para dispararse. Así ocurre, por ejemplo, con el lenguaje. Todos los niños nacen preparados para hablar, pero necesitan que nosotros les enseñemos un idioma. Él hace su parte asimilando todo con maravillosa rapidez, nosotros debemos hacer nuestra parte con la misma eficacia. ¿Pero cuál es nuestra parte?
Cinco

El cerebro de un niño es la realidad más admirable y creativa del universo. Eso debe maravillarnos y hacer que nos sintamos orgullosos y optimistas.
Competencia a desarrollar en los padres
b Conviene que tengáis presente, a lo largo de toda vuestra vida, no sólo para vuestras tareas educativas, sino también para vuestro desarrollo personal, que la inteligencia humana no es don recibido genéticamente e inamovible. Es una posibilidad a desarrollar mediante el aprendizaje. Siempre se puede mejorar.
b La inteligencia tiene un componente cognoscitivo y un componente emocional. ¿Qué quiere decir esto? Que no se trata sólo de saber muchas cosas, sino de adquirir un estilo afectivo, emocional, que favorezca la capacidad de vivir felizmente y de enfrentarnos con los problemas. De nada vale que una persona sepa muchas cosas y razone muy bien, si después está muerto de miedo y no se atreve a poner en práctica lo que ha pensado.
b Le recordamos que el niño nace con un organismo genéticamente condicionado, a partir del cual, gracias a la educación y a la experiencia, irá configurando su propia personalidad. Esa es la tarea que tendrá que realizar, y vosotros váis a ayudarle poniendo unos buenos cimientos. Os recordamos que nuestra personalidad –la de todos- tiene tres niveles:
b Personalidad recibida, genéticamente condicionada = temperamento + sexo + capacidades orgánicas básicas.
b Personalidad aprendida = carácter, es decir, conjunto de hábitos aprendidos
b Personalidad elegida = el plan de vida que hacemos a partir de ese carácter.
¿Quién soy yo? La integración –a veces difícil- de mis automatismos y mis voluntades.
¿Los genes determinan nuestra inteligencia o nuestra conducta? No. Los genetistas conductuales calculan que sólo más o menos la mitad de la variación en muchos rasgos socológicos guardan relación con los genes.
Ademas, los genes pueden variar en función del medio. Hay razones para pensar que la mente está equipada con una bateria de sentimientos, impulsos y facultades para razonar y comunicarse, y que tienen una lógica común en todas las culturas, son dificiles de eliminar o de rediseñar a partir de cero, fueron configurados por la accion de la selección natural en el transcurso de la evolución humana y deben algo de su diseño básico (y algo de su variación) a la información presente en el genoma.
El campo es enorme, difícil y apasionante. Pero en la UP lo tenemos muy claro: queremos ser pioneros en el aprovechamiento educativo de los descubrimientos de la neurología.

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