martes, 21 de septiembre de 2010

Sobrealimentación y Mala Alimentacion

Una alimentación sana implica una mejor calidad de vida, por eso siempre es importante saber cómo debemos comer para garantizar nuestra salud. Es fundamental saber transmitir una correcta cultura nutricional en la infancia, ya que durante la misma se definen aspectos físicos y psicológicos determinantes. La función del pediatra, por tanto, puede ser un protagonista de influencia decisiva.

Asturias | Julio 2010 | Venancio Martínez Suárez. Pediatra. Presidente de la Asociación Española de Pediatría Extrahospitalaria y Atención Primaria  (SEPEAP)

UNIVERSO UP (Univesidad de Padres online). Julio 2010

En nuestro país se ha puesto claramente de manifiesto en los últimos años la contraposición entre las formas de alimentación “globales” y de homogeneización de la dieta con los modos de comer tradicionales. Entre los factores que favorecen la pérdida de estas formas de alimentarse tradicionales se han citado la desaparición paulatina de la familia extendida (de convivencia con los abuelos) y la desorganización de las comidas como acto de convivencia y relación familiar: breves, muchas veces mientras los niños y sus padres realizan otras actividades –como ver la televisión o trabajar en el ordenador-. El modelo cultural y poderosas estrategias comerciales favorecen también el consumo dietas precocinadas, de alimentos comerciales envasados, procesados y de preparación rápida, lo que se ha ido imponiendo como un símbolo de modernidad que explica en gran medida el aumento progresivo de su difusión. Sabemos, por ejemplo, que el consumo precoz de “fast-food” por parte de los niños marca el consumo posterior de estos alimentos, determinado sus preferencias gustativas, lo que pudiera justificar una regulación del consumo de estos productos y sugiere la importancia de un condicionamiento desde edades tempranas como modo de mejorar las conductas alimentarias.
Piramide nutricionalEn este contexto, la educación nutricional debe tenerse como la manera más directa y racional de abordar las graves consecuencias de esa cultura alimentaria que se va generalizando en nuestro medio. La comunidad y cada persona que la constituye serán, respectivamente, nuestros objetivos de cambio en los estilos de vida y en los hábitos de vida. Educar desde los primeros meses modificando los hábitos nutricionales inadecuados presentes en el ámbito familiar es apuntar hacia el cambio social y cultural necesario para mejorar la salud y la calidad de vida de toda la población. Así entendida, la educación nutricional sería la parte de la nutrición que orienta sus recursos hacia el aprendizaje, adecuación y aceptación de unos hábitos alimentarios saludables, apoyándose en conocimientos científicos y que tiene como objetivo la promoción de la salud del individuo y de la comunidad. Es fácil entender que el marco natural para su desarrollo es la familia, el medio escolar y el sistema de atención primaria. Y dentro de este marco, el pediatra general debe ocupar un lugar destacado.
Los programas de intervención debieran tener como punto fundamental de su éxito la consistencia de los cambios producidos (duración en el tiempo y modificación de las creencias) y la organización alcanzada en la comunidad. Tienen que llevarse a cabo en el medio en que las personas se desenvuelven y realizan su vida –familia, colegio y comunidad-; deben realizarse sobre la base de métodos participativos, dado el limitado efecto de las acciones sobre hábitos de vida cuando la comunicación se desarrolla en una sola dirección; y sus mensajes tendrían que ser ofrecidos en términos que puedan ser interpretados con facilidad, basándose en las expectativas, deseos y necesidades de la población a que van dirigidos.
Para alcanzar los objetivos nutricionales en el ámbito comunitario es necesario traducir los objetivos formulados en términos científicos a un lenguaje fácil de comprender por la población. Estos objetivos se expresan como ingesta de alimentos en las “guías dietéticas”, que de una manera práctica y ofreciendo la posibilidad de elección entre alternativas intercambiables permitan alcanzar estas metas. Las guías dietéticas deben confeccionarse considerando la disponibilidad de alimentos, así como los factores socioculturales y económicos de la población a la que están dirigidas. Estarán pensadas para alcanzar a un colectivo amplio, bien sea la población general o, cuando son diseñadas de manera especial con este objetivo, a colectivos vulnerables o de alto riesgo.
Habitos saludablesLos niños han ser los agentes principales de estas intervenciones, siendo parte del éxito el hacerles sentirse responsables de su propia salud y comprometidos con la utilización de los recursos que se les ofrecen. En cualquier caso, que los padres asuman su responsabilidad principal en la educación del niño es clave para toda intervención eficaz. Por tanto, la prevención de enfermedades crónicas no transmisibles relacionadas con la nutrición debiera iniciarse de forma integrada en el ámbito familiar desde edades tempranas. Sabemos que existen unas formas de alimentarse mejores que otras; y este mensaje debe de llegar ya claramente a los padres en la consulta prenatal y debe ser reforzado en los primeros años de vida del niño.
Evidentemente, el pediatra no podrá eliminar las influencias negativas de los factores macroambientales (publicidad engañosa, política de transportes, intereses de la industria alimentaria) pero podrá modificar y contrarrestar sus efectos a través de una acción educadora de carácter general, centrada en la familia y a partir de ella dirigida al sistema educativo, social y político. El pediatra de Atención Primaria, por tanto, puede ser un protagonista de influencia decisiva; de su actitud hacia los problemas modificables mediante educación nutricional va a depender en mayor medida que de otros factores el conocimiento, el aprendizaje y la importancia dada por cada familia a la alimentación de sus hijos.

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