jueves, 9 de julio de 2009

Aprender inglés en verano

Los precios por un curso de inglés de tres semanas durante las vacaciones oscilan entre los 1.550 euros de Malta y los más de 2.000 de EE.UU.

Hace tiempo que estudiar fuera de España dejó de ser un coto exclusivo para las familias más pudientes. Miles de niños, adolescentes, profesores, ejecutivos y hasta familias al completo sacan provecho de sus vacaciones con el fin de iniciarse en el idioma más demandado o perfeccionar los conocimientos adquiridos. Gracias a las becas ofertadas por el Ministerio de Educación destinadas a estudiantes de Secundaria, universitarios y personal docente - este año concederá 30.000 becas para subvencionar estancias de verano que incluyen cursos en países de habla inglesa, francesa y alemana- y a la variedad de precios y modalidades de estancias que se ofertan, muchos jóvenes disfrutarán de un mes asistiendo a clases en un college en Cambridge o en una école de Estrasburgo. El curso pasado más de 130.000 personas contrataron un viaje de estas características, un número similar al previsto este año. Los expertos del canal de Educación de CONSUMER EROSKI subrayan que aprender inglés es fundamental en una sociedad como la actual, y practicarlo en alguno de los países en los que éste sea la lengua oficial mediante estancias continuadas es la manera más eficaz para alcanzar un nivel avanzado.

  • Consumer Eroski: 2 de junio de 2009

El inglés es el king


- Imagen: Thomas Campbell -

El inglés, of course, sigue siendo el rey. En el momento de elegir un país para realizar allí un curso de verano, la mayoría -en torno a un 94% el curso pasado- se decantó por aquellos en los que podía aprender o perfeccionar la lengua de Shakespeare. Según datos de la Asociación de Promotores de Cursos en el Extranjero (ASEPROCE), Gran Bretaña, Irlanda, Estados Unidos y Canadá son los países que ocupan los primeros puestos en el ranking. Desde siempre han sido los destinos estrella, pero ya comienzan a hacerse un hueco otros más exóticos como Malta y Nueva Zelanda. En el otro extremo se encuentran las opciones más minoritarias: Francia con tan sólo un 2%, Alemania con un 1,5% y una tímida China que apenas acaparaba el 1% del total de viajes contratados para aprender un idioma.

Si bien el precio de vivir esa experiencia se ha democratizado en los últimos años, el desembolso de dinero que se requiere es lo suficientemente importante como para no tomar la decisión de elegir el curso y el destino a la ligera. Por término medio, un curso estándar de cuatro semanas en Londres con alojamiento en familia y que garantice 20 clases semanales cuesta entre 2.500 y 3.500 euros, billetes de avión incluidos. Un precio que exige una estudiada elección con el fin de sacar el máximo rendimiento posible a la inversión. Sin embargo esta labor se complica ante la infinita oferta de agencias organizadoras de viajes y de academias que imparten cursos. Por eso se recomienda elegir un formato de curso adecuado a las necesidades del estudiante y confiar la labor a una agencia promotora que gestione todos los trámites y que, además, sea capaz de resolver cualquier contratiempo que pueda surgir en el destino elegido. Pero no se fíe de cualquiera. La contratada debe ser una empresa con experiencia en el sector que incluya seguro médico y de asistencia, y que cuente con un socio colaborador en el país extranjero al que el alumno pueda acudir en caso de tener algún problema duda.

Analice la oferta

El inglés es el idioma que más se estudia en el mundo, seguido del español, y hace tiempo que dominarlo dejó de ser un mérito para convertirse en un requisito indispensable en la carrera por acceder a la mayoría de los puestos de trabajo en los que se exige una titulación. Por primera vez en la historia, durante el curso 2011-212 las pruebas de acceso a los estudios universitarios -la temida selectividad- incluirán un examen oral de inglés. De manera que los estudiantes que este año finalicen el primer curso de Bachillerato y los que sean aún más jóvenes están a tiempo de prepararse para superar esta prueba.

La variedad de cursos, destinos y tipos de alojamientos es muy diversa. Por eso el primer paso es elegir un curso que proporcione los mecanismos necesarios para superar las partes más difíciles: adquirir fluidez a través de conversaciones, aprender la gramática o familiarizarse con el inglés comercial. El siguiente aspecto que hay que considerar es el destino. De sobra es conocido que en julio y agosto abundan los grupos de estudiantes españoles en Irlanda, Inglaterra y Malta. Es inevitable, y más cuando se viaja solo y el dominio de la lengua extranjera no es muy alto, formar grupo con quienes comparten nuestro idioma. Esta inclinación natural, en ocasiones, juega en detrimento de la capacidad de aprender la lengua y de conocer a personas de otras nacionalidades.

Todo suma

El alojamiento es una de las mayores preocupaciones de alumnos y padres que desean enviar a sus hijos a otros países para estudiar idiomas, más aún si son menores. Precisamente, ASEPROCE establece que el 55% de los alumnos que el curso pasado viajaron al extranjero para aprender un idioma no habían alcanzado aún la mayoría de edad. Las fórmulas que se proponen son varias: inmersión en una familia en la que el estudiante es un miembro más, alojamiento en residencias de estudiantes, habitaciones compartidas en pisos e incluso en hoteles... Desde un punto de vista pedagógico, las estancias en familias permiten que el estudiante refuerce más su contacto con el idioma y que la experiencia sea más fructífera y provechosa en cuanto a conocimientos. Es, también, una de las alternativas más demandadas por los padres para sus hijos, ya que por norma general estas familias anfitrionas "controlan" de alguna manera al recién llegado; establecen horarios para las salidas nocturnas y se preocupan por su asistencia a las clases. Las estancias en residencias o en pisos compartidos están más indicadas para estudiantes más mayores o profesionales que hayan vivido una experiencia similar en alguna otra ocasión.

Estos factores determinarán el coste final, además de otros como la propia duración del curso, el número de estudiantes por aula, de las actividades complementarias con las que pueda contar el programa -como excursiones o visitas-, de la temporada en la que se viaje y de la inclusión o no de los billetes de avión en el paquete contratado. Cuantas más prestaciones se incluyan mayor será el precio del viaje. Por destinos, Malta se encuentra entre los países más baratos: una estancia de tres semanas que incluya el billete de avión y alojamiento en una residencia cuesta 1.550 euros. La segunda opción más asequible es la de Irlanda y Reino Unido con un precio de 1.700 euros para un programa de las mismas características. Los más caros son Canadá, alrededor de los 1.800 euros, y Estados Unidos, donde se superan los 2.000 euros. En cuanto al tipo de alojamiento, las estancias en familia que, por norma general, son de media pensión, desayuno y cena, o desayuno o packed lunch para almorzar, son más baratas, unos 200 euros, respecto al alojamiento en residencias o pisos compartidos.

Cuidado con las agencias piratas

Una vez localizado el centro y seleccionado el curso que más interesa de acuerdo a las necesidades del estudiante y de la economía familiar, hay dos maneras de realizar los trámites. La más económica es hacerlo por cuenta propia: reservas de vuelos, de alojamiento, matrícula en la escuela, etc. La otra, más habitual entre los menores de edad, es contratar una agencia especializada en la gestión de cursos de idiomas en el extranjero a cambio de una comisión o precio estipulado de antemano. Si se ha optado por esta última propuesta hay que asegurarse de que la promotora es legal. Cualquier empresa legal del sector deberá estar inscrita en registro mercantil y dada de alta en el epígrafe 933.2 del Impuesto de Actividades Económicas. El mercado del turismo idiomático es un hábitat en el que las agencias piratas anidan especialmente en verano. El primer signo que las delata es el precio ofertado, mucho más competitivo respecto al resto de agencias. Entre las razones de que promocionen estos precios tan baratos se encuentran: que no cumplen con sus obligaciones legales y pueden reducir de forma notable sus costes fijos en personal contratado sin asegurar, la inexistencia de licencia de apertura, instalaciones poco adecuadas para impartir las clases, profesorado no cualificado y precarias condiciones de alojamiento. En el extremo opuesto se colocan las agencias que "inflan" los precios. En este caso conviene asegurarse de que merece la pena pagar por el servicio que ofrecen, ya sea por la calidad de la enseñanza -profesores nativos muy cualificados-, por los extras -excursiones pagadas-, celebración de conferencias o talleres o por la sofisticación de las instalaciones.

Otras pistas que llevan a la contratación de empresas serias son las siguientes:

  • Dejarse asesorar por otro estudiante que haya contratado anteriormente estos servicios.
  • Preguntar si la promotora ha trabajado en alguna ocasión para la Administración Pública, ya sea para el Ministerio de Educación o gobiernos autonómicos.
  • Cerciorarse de que cuente con algún reconocimiento por parte de organismos como el British Council o similares.
  • También la pertenencia a ASEPROCE es una garantía importante para los consumidores.

Los imprescindibles: seguro médico y contrato

Además de un precio razonable, de un programa de alojamiento y de un curso que cumpla con las expectativas de cada estudiante, es recomendable que sólo se acepten los viajes que incluyan un seguro de asistencia en viaje que cubra gastos médicos -desde consultas e ingresos hospitalarios hasta repatriaciones en caso de fallecimiento- y otra póliza de responsabilidad civil. No es suficiente que desde la agencia aseguren que el viaje incluye un seguro; es necesario conocer las coberturas del mismo y comprobar que son adecuadas para el país de destino. Por eso, siempre que no entreguen a las familias esta documentación, hay que solicitarla y hacer varias copias, una para el estudiante y otra para los padres.

Igual de importante es que el programa y la agencia dispongan de un servicio de asistencia (monitor de acompañamiento para los más jóvenes) 24 horas, a ser posible en castellano, durante la estancia del joven en el extranjero. Puede suceder que la empresa contratada no disponga de este servicio pero que facilite al estudiante la dirección y los datos de contacto de una agencia colaboradora en el país de destino, que será quien le atienda en caso de necesitarlo.

Otra de las cuestiones que hay que valorar es que los cursos estén diseñados para grupos reducidos que no superen la docena por aula, en los que los estudiantes de habla española no coincidan ni se concentren. Este requisito se debe exigir también en el lugar de alojamiento, ya que se han dado casos en los que una misma familia había acogido a dos o tres estudiantes españoles al mismo tiempo.

Por último, hay que asegurarse de que la agencia haga llegar al estudiante o a sus padres un contrato sobre las condiciones generales en el que se recoja toda la información sobre el precio y la forma de pago, el número total de clases, el tipo de alojamiento y régimen de pensión contratado, horario e información de los vuelos, si se incluyen los traslados desde el aeropuerto o no y las actividades extracurriculares organizadas. Si durante la estancia o a la vuelta del viaje se comprueba que alguno de estos puntos no se ha cumplido o se ha modificado sin avisar, con perjuicio del estudiante, hay que dirigirse a la agencia con el contrato en la mano y presentar una queja. También se pueden utilizar las hojas de reclamaciones o acudir directamente a la Oficina Municipal de Información al Consumidor más cercana al domicilio.

¿Estudias o trabajas?


- Imagen: Sharona -

Aprender idiomas trabajando. Ésta es la característica que define a los au pair; jóvenes de entre 18 y 30 años que se desplazan al extranjero para ayudar en el cuidado de los niños de una familia y colaborar en las tareas domésticas más ligeras. A cambio reciben alojamiento, manutención y una pequeña asignación mensual para sus gastos. Como orientación, las agencias especializadas en la colocación de au pairs recomiendan que la remuneración no sea menor de 75 euros semanales si el trabajo es de 20 horas a la semana, y de 95 euros si las jornadas laborales son más extensas.

La persona interesada en trabajar como au pair durante una temporada puede optar por hacerlo de varias maneras: dirigirse a una agencia especializada, buscar directamente en los anuncios clasificados publicados en prensa o en medios digitales, o suscribirse en alguno de los portales de Internet especializados en contactar au pair y familias. Entre todas ellas, el camino más directo es ponerse en contacto con la familia mediante una agencia, ya que éstas ofrecen más garantías, como el cambio de familia si algo va mal o un servicio de asistencia para resolver cualquier problema. Son coberturas difíciles de obtener por otros medios. Eso sí, por estos servicios hay que pagar una cantidad que oscila entre los 200 y los 350 euros.

El primer paso para encontrar una agencia es visitar la International Au Pair Association (IAPA), donde se ofrece un listado con las agencias asociadas a esta organización clasificadas por países. La página Au Pair Centre de Europa Pages proporciona un extenso listado de agencias en España, Gran Bretaña, Francia, Alemania e Irlanda, donde se puede realizar una búsqueda tanto por países donde esté ubicada la agencia, como por los lugares en los que ofrecen colocaciones de au pair.

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